viernes, 19 de abril de 2024
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El “pururú” argentino se consolida en el mundo

La Argentina es el principal exportador mundial y uno de los más destacados productores de maíz pisingallo, conocido también como pochoclo, pururú, o popcorn, un producto diferenciado que se destina al consumo humano con valor agregado mediante su procesamiento

Nuestro país es uno de los referentes en el mercado mundial y exporta casi la totalidad de lo que produce, alrededor del 97% del total, derivando el 3% restante al consumo interno, informó el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SeNaSA).

Exportaciones Récord

Durante el 2017, el organismo certificó la exportación de 206.039 toneladas de maíz pisingallo a 112 países y por un valor FOB, declarado por los operadores, de 112.528.667 de dólares, según el Sistema de Certificación de Productos de Origen Vegetal (CERTPOV) de Senasa.

En la actualidad se encuentran inscriptas y habilitadas para la exportación 52 plantas situadas en las principales regiones maiceras del país, con cuatro zonas bien delimitadas que concentran la mayor proporción de este cultivo: Norte y Sudeste de Buenos Aires, Sur de Santa Fe, Córdoba, y el NOA.

Entre los destinos más destacados para este periodo se encuentran India, Colombia, Emiratos Árabes Unidos, Perú, Marruecos Ecuador, Egipto y, en un rango menor, Turquía, Argelia, y Filipinas, entre otros.

Certificado de Calidad

Para contribuir a su consolidación y afianzamiento en el mercado externo desde el 2016, el Senasa implementa un sistema de control de calidad de maíz pisingallo con destino a exportación que consiste en verificar el cumplimiento de requisitos de calidad establecidos en la Resolución N° 517/2015 por parte de exportadores y plantas procesadoras.

Este sistema de control oficial contribuye al desarrollo integral de la cadena de valor del maíz pisingallo y en la obtención de productos confiables que cumplen con los requisitos de los principales mercados importadores.

Entre los principales requerimientos del sistema, se encuentran la implementación de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), en los establecimientos procesadores, que incluyen trazabilidad, registros, control de plagas, capacitaciones, y medidas preventivas para evitar contaminaciones no deseadas tales como microtoxinas, residuos de pesticidas, y organismos genéticamente modificados (OGM).

De esta manera nuestro país tiende a disminuir reclamos o rechazos por parte de las autoridades sanitarias extranjeras, manteniendo en alto la imagen de este producto, permitiendo acceder a nuevos mercados y manteniendo los actuales, resumieron desde el organismo.

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