jueves, 18 de abril de 2024
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El nuevo Papa Francisco I, el gobierno de Cristina y el campo


Luego de la presidencia de Jorge Bergoglio, la Iglesia argentina optó por una relación menos tormentosa con el gobierno. Presidida actualmente por monseñor José María Arancedo, la Conferencia Episcopal ingresó en una etapa de bajo perfil, alterado en pocas ocasiones.


Cristina Fernández ha devuelto el favor congelando los proyectos de ley de despenalización del aborto.


No obstante la actitud distante y discrepante del hasta ayer Arzobispo de Buenos Aires para con el gobierno, sería apresurado -y hasta fuera de lugar- conjeturar hoy que desde El Vaticano se impulsará una actividad más enérgica de la Iglesia respecto a políticas del kirchnerismo. Pero resulta también difícil no suponer que el pensamiento del Pontífice no influirá, más tarde o más temprano, en las posiciones de la Iglesia argentina. Un dato es concreto y objetivo: hoy el Papa es el argentino Jorge Bergoglio. Y conoce a la Argentina y sabe quién es quién en el país.

 

En el 2008, durante el conflicto con el campo 

En medio del conflicto del gobierno con el campo en 2008, el Episcopado, presidido por Bergoglio emitió un documento que aún hoy, mantiene vigencia y merece ser releído.


LA NACIÓN REQUIERE GESTOS DE GRANDEZA

1. La Comisión Permanente del Episcopado Argentino se ha reunido con motivo de la grave situación planteada por el prolongado conflicto entre el sector agropecuario y el Gobierno Nacional. Deseamos, con nuestra palabra y nuestra acción pastoral contribuir al fortalecimiento de la paz social y de la democracia.

Nos sentimos obligados a preguntarnos nuevamente, y con dolor: ¿nuestras relaciones seguirán marcadas por la confrontación? ¿Una vez más nuestra vida social estará signada por la fragmentación y el enfrentamiento? ¿Seremos incapaces de fundamentar nuestros vínculos en un diálogo sincero y constructivo? ¿No hemos aprendido nada de nuestra historia?


2. Es preciso que tomemos conciencia de que situaciones como ésta que vivimos nos menoscaban como comunidad, nos aíslan del mundo y en definitiva perjudican especialmente a los más pobres. Es más, este conflicto ha puesto de manifiesto falencias profundas de nuestra vida republicana. La persistencia misma del conflicto y la aparente imposibilidad de resolverlo constituyen un signo de debilidad institucional; son una prueba del escaso aprecio que, como sociedad, otorgamos a la importancia y dignidad de la acción política como el ámbito propio para la superación de las diferencias y el afianzamiento de la amistad social.


3. Consideramos que la solución sólo puede encaminarse mediante gestos de grandeza y una vigencia aún más plena de las instituciones de la República. Como ya hemos señalado, «tenemos que promover el verdadero federalismo, que supone el fortalecimiento institucional de las provincias, con su necesaria y justa autonomía respecto del poder central» (93º Asamblea Plenaria).

No es propio de los poderes públicos empeñarse como parte en los conflictos, sino abocarse a su solución como principales responsables del bien común de acuerdo a las funciones que a cada uno de ellos les atribuye la Constitución Nacional. La efectiva independencia de los poderes legislativo y judicial es un punto clave de la plena vigencia del estado de derecho.


4. Como nos recuerda la Doctrina Social de la Iglesia: «Quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales. En esta perspectiva una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio: paciencia, modestia, moderación, caridad, generosidad» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 410).


5. Por otra parte, aunque hubieran reclamos justos, no es en las calles ni en las rutas donde solucionaremos nuestros problemas. Pedimos, por ello, encarecidamente al Gobierno de la Nación que convoque con urgencia a un diálogo transparente y constructivo, y a los sectores en conflicto que revean las estrategias de reclamo. Ni la moderación en las demandas, ni la magnanimidad en el ejercicio del poder son signos de debilidad.


6. Es necesario que los habitantes de esta tierra bendecida abundantemente por la Providencia hagamos un profundo examen de conciencia y nos decidamos a obrar como ciudadanos responsables. Pensemos más en qué podemos aportar a la Patria y no tanto en qué tiene que darnos el país. Todavía son muchos los hermanos que viven en pobreza y exclusión y que esperan de todos los argentinos un compromiso firme y perseverante por la justicia y la solidaridad.


7. En los momentos difíciles los cristianos experimentamos más intensamente la necesidad de la oración, de decirle a Jesucristo, Señor de la Historia: «Precisamos tu alivio y fortaleza, queremos ser Nación». Para lograrlo, «concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda».

Exhortamos a nuestros compatriotas a acompañar la oración con un gesto de desprendimiento en favor de nuestros hermanos más necesitados.

Ponemos este mensaje en las manos y en el corazón de nuestra Madre de Luján, pidiéndole que una vez más interceda por nosotros y acompañe el camino de las autoridades, de los dirigentes de los diversos sectores y de todo el pueblo argentino.

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