La nota publicada por Clarín dice lo siguiente:
Llega una nueva generación de semillas de alta tecnología
Como los celulares todas las cualidades estarán dentro de una misma semilla.
Por Matías Longoni
«La resistencia al glifosato es igual a los mensajes de texto. Es una tecnología perimida», sentencia Antonio Aracre, director general de Syngenta en América del Sur. Lo dice señalando su teléfono celular de última generación, que le permite sacar fotos y enviarlas de inmediato a Suiza -donde tiene la sede central su compañía-, o leer los diarios de Buenos Aires. La comparación con los SMS es toda una provocación. Como otras compañías, Syngenta comenzó a velar la tecnología agrícola que permitió la actual bonanza económica de la Argentina, la soja RR, la verdadera reina del modelo.
Rememoremos: en 1996 la Argentina fue el segundo país del mundo en abrazar los cultivos transgénicos , con la adopción de la soja RR (Roundup Ready) de la estadounidense Monsanto. Esta soja -resistente al herbicida glifosato- resultó formidable para los productores, que la sembraron hasta en las banquinas. Quince años después, casi 20 millones de hectáreas dedicadas al poroto están ocupadas por esa variedad, mientras que las exportaciones de soja representan de 25 a 30% del ingreso de divisas al país . Nadie puede negarlo, ni siquiera estando en contra: la soja RR resultó ser una tecnología crucial para el país en esos tres lustros.
Pero Aracre, desde un hotel cercano al aeropuerto de Minneapolis, donde habla con el periodista de Clarín invitado por la firma, lo dice bien claro: como los mensajes de texto, esa soja transgénica es una tecnología vieja, que debe ser reemplazada. Su frase suena provocadora porque nadie en la Argentina, salvo en este tipo de compañías transnacionales, parece estar pensando en el asunto.
Los agrónomos saben bien de qué habla: en los últimos años, al igual que la soja RR, muchas malezas han comenzado a adquirir resistencia al «matayuyos» glifosato, se le sublevan. Y a la vez, los rendimientos del gran cultivo argentino aparecen estancados, no crecen como habían prometido los promotores de la biotecnología. Monsanto, creadora de la criatura, lo sabe también, y casi en secreto patentó una nueva soja, la RR2, e inició los trámites para su liberación, prevista para 2014.
Syngenta, por facturación (US$ 500 millones en 2010) la principal proveedora de los chacareros pampeanos, presentó en un campo de Minnesota varios de las tecnologías que prepara para reemplazar gradualmente a la semillita que hizo magia en la pampa húmeda.
De esa recorrida surgen dos grandes novedades. La primera es una decisión de volver a confiar en la química como herramienta clave para una agricultura que necesita -pues le imponen- producir más con menos agua y la misma superficie.
Finalmente, se trata casi de una revancha para la ciencia que dio origen a la Revolución Verde. Se la convoca para tapar los baches que la biotecnología había prometido cubrir, pero no hizo.
En ese sentido, Syngenta saldrá a la cancha con novedades fuertes, como la tecnología «Vibrance» (se tratan las semillas para que las plantas desarrollen raíces más profundas que las normales) o la «HPPD», un principio activo que complementa a las semillas transgénicas en el control de malezas.
«El mercado estará en su apogeo de recambio en 2018», vaticina Aracre, y vuelve a mostrar su celular que combina múltiples tecnologías. Esta es la segunda novedad que ofrece la compañía agrícola suiza, que reorganizó todo su negocio global en función de cada cultivo. Como en la telefonía, la idea es poner toda la tecnología dentro de una semillita.